Siguiendo por el claustro, dirección sur, (después de la – moderna – escalera de emergencia) un pequeño local, hay dos habitáculos de gruesas paredes comunicados entre sí por un vano rasgado y estrecho. Algunos quieren ver en ellos las cárceles. Es cierto que en los monasterios se utilizaron y, de hecho, en el Capítulo General del Cister de 1206 se permitió a las abadías su construcción. Hubo, alguna vez, rebeliones de monjes o conversos que las hicieron necesarias. No podemos asegurar que estos cuartos cumplieran aquí este fin, de modo que otros piensan que se utilizaron para conversaciones privadas entre monjes y seglares que acudieran de visita.
La puerta del tránsito nos lleva a la zona oriental, situada detrás del monasterio en la que se encuentra la iglesia de San Adrián y la enfermería. En medio de un edificio en ruinas se encuentra el que con seguridad es el edificio más antiguo del monasterio. La iglesia de San Adrián era el primer oratorio que los cistercienses construyeron en Iranzu, sobre los restos de un anterior eremita de siglo XI, y les sirvió para el rezo del Oficio Divino hasta no acabar las obras de la cabecera de la iglesia. Esta capilla es de una sola nave de ábside semicircular y bóveda de horno soportada por tres nervios que apoyan en ménsulas. El ábside recibe la luz de dos ventanales de medio punto. La nave es de un tramo cubierto por crucería y está iluminada también, por dos pequeños ventanucos en alto. El acceso a esta iglesia se realiza por dos pequeñas puertas, una situada al sur, en los pies de la nave y la otra en el frente occidental. Esta última se construyó más tarde, para integrar la capilla a la enfermería como oratorio para el servicio de los enfermos.
Los edificios que rodean la capilla están construidos en distinta s épocas y responden a diferentes usos. Sobre la enfermería, que con seguridad estaba cubierta de bóveda de crucería, estaría el dormitorio de los novicios y algunas de sus dependencias. A finales del siglo XVII, tiempos del Abad Tomás Lozano, se remodeló parte del conjunto y se instalaron la hospedería, una librería y un calefactorio.
La cocina. La cocina de Iranzu, adosada al refectorio por el este, es la más hermosa y monumental de entre las cocinas medievales de los monasterios cistercienses españoles. La de la abadía de Santa María de Huerta se le asemeja un poco, pero carece de la monumentalidad y la fortaleza de ésta. La cocina es, junto a la sala capitular, la dependencia que mejor superó la incuria de los años de abandono y, afortunadamente, se nos ha conservado con todo su encanto estético y sugerente de los tiempos del medievo.
Se entra a la cocina por una puerta ojival, de recia factura y carente de decoración. Presenta planta cuadrada con una enorme chimenea en el centro de la estancia de cuatro robustos arcos apuntados. La cubierta es de ocho tramos de bóveda de crucería cuyos nervios y fajones apoyan en ménsulas molduradas en las paredes y en las aristas de la chimenea. La estancia queda definida por cuatro naves que rodean la chimenea. Son de delicada labra de arabescos, de modelo mudéjar posiblemente, los capiteles que constituyen las piezas más valiosas de esta dependencia. A través de un ventanuco situado en la pared oriental, se pasaba la comida al refectorio de los monjes.
Casi frente a la puerta del refectorio tenemos un amplio y hermoso lavatorio de planta hexagonal con amplio arco de entrada desde el claustro y cinco ventanales de dos arcos trilobulados rematados por rosetón calado bajo arco de descarga. Cubre la estancia una gran bóveda cuya plementería queda sujetad a por seis nervios que apoyan en columnas adosadas a los fuertes pilares. En el centro del espacio se sitúan la pila que recoge el agua y la fuente, de forma hexagonal las dos. El lavatorio de Iranzu es un lugar acogedor que llena de encanto al claustro con el rumor armonioso del agua que mana en abundancia de los seis caños. Si en aquellos tiempos en la higiene corporal los monjes no eran excesivamente exigentes, sí lo eran a las horas del oficio y de las comidas ya que todos debían pasar por el lavatorio antes de entrar en la iglesia o al refectorio.
La sala capitular era el lugar de mayor importancia después de la iglesia. Suelen ser uno de los más bellos lugares y de más sólida construcción. La reunión capitular se celebraba todos los días después de Prima, hacia las cuatro de la mañana en el verano y las nueve en invierno. Comenzaba la reunión con la lectura del martirologio correspondiente a cada día, seguidamente rezaban una oración llamada “la Pretiosa” y a continuación se leía un capítulo de la regla de San Benito, lo cual ha determinado que se le llame sala del capítulo. Los días festivos se leían, además, las disposiciones de los Capítulos Generales y el Libro de Usos. En estas reuniones los monjes se acusaban de sus culpas o eran acusados si alguien era reincidente y les era impuesta la pena. Una vez concluido el noviciado, la toma del hábito cisterciense tenía lugar aquí, lo mismo que las elecciones abaciales. Los asuntos importantes del monasterio, como pleitos, compras, ventas o permutas, se discutían también en la sala capitular. La reunión solía acabar cantando el: De Profundis.
Los primorosos ventanales y portadas que presentan todas ellas se abren al claustro sin cristaleras porque desde aquí los “conversos”, a los que no se les permitía la entrada, podían escuchar, en las festividades más importantes, las conferencias y comentario s a las prescripciones de las Constituciones pronunciados por el abad.
La sala capitular. Es una dependencia pequeña de dos naves con tres tramos de bóveda de crucería cada una, cuyos nervios, fajones y formeros dibujan arcos de medio punto. La cubierta, de bóveda de crucería, se desarrolla por medio de arcos que voltean sobre ménsulas embutidas en la pared o sobre capiteles que se apoyan sobre dos potentes columnas de fuste liso y capiteles decorados con hojas de agua. La sala se abre al claustro mediante una fuerte puerta de medio punto de un grosor de metro y medio y baquetón que suaviza la embocadura por el lado del claustro. Bajo el ventanal de la izquierda hay una tumba con bastón en la tapa, que se remata con una cruz florenzada y con una mano bendiciendo en el centro. La caja del sepulcro queda enmarcada por una banda horizontal de flores de cuatro pétalos. En este sepulcro se enterró al primer abad de Iranzu, Nicolás de Artajona (o de París), en el verano de 1199, Lo cual viene a demostrar que la sala capitular ya estaba concluida para estas fechas.
El claustro viene a ser en un monasterio el patio central de la casa, lugar de mucho trajín, en torno al cual se sitúan las dependencias ordinarias en las que se desarrolla la vida del monje. El claustro, quizá la joya más valiosa del monasterio, es bello y sugerente en su desnudez. Posee la candidez y hermosura de la cosa s sencillas porque es pequeño, austero y sin grandes pretensiones, aunque transmite, a su vez, la sensación deL vigor, la reciumbre y fortaleza, propias de los monjes del medievo. Uno de los aspectos que le confieren más valor es la secuencia de los diferentes estilos en los que está construido, reflejo de los distintos modos y gustos que conllevan el paso del tiempo. El pasillo norte es la más antigua, de finales del siglo XII, contemporánea a la iglesia y representa las vacilaciones de la transición del románico al gótico. El pasillo tiene un ventanal del más puro y primitivo gótico del siglo XIII y el resto es del siglo XIV, de tracerías de un gótico más fino y evolucionado. El pasillo oeste acoge las tres épocas constructivas de norte a sur: dos ventanales del XII, de la transición, dos de la primera mitad del XIII del más puro y recio gótico y otros tres del gótico grácil y esbelto del XIV. Los ventanales de la galería sur, donde se encuentra el lavatorio son de este último estilo en su totalidad. El claustro de Iranzu se construyó, por lo tanto, a lo largo de doscientos años.
Los capiteles de la columnas representan toda una exposición y lección magistral de la flora de la zona, con una riquísima variedad de hojas de los árboles y plantas que abundan en los bosques circundantes al monasterio. Si en la conformación de los ventanales se puede apreciar las diferente etapas constructivas, el estilo general de los pilares, nervios de las bóvedas y ménsulas guarda una estética y factura similares en todo el conjunto. Las ménsulas son molduradas sin decoración, los nervios baquetonados con una pequeña variante entre los construidos a finales del XII y primera mitad del XIII y los del XIV. El fuerte toro o baquetón abunda con profusión en toda la fábrica del monasterio, lo hemos visto también en la iglesia. Puede decirse que hay en todos ellos un aire común que sigue el diseño y estructura de los primeros ejecutados en el XII. La factura y estilo general de este claustro, así como sus soluciones constructivas tienen una gran semejanza con el de la abadía de Noirlac.
La iglesia es en todo monasterio el edificio principal ya que en tomo a ella se realiza la actividad más importante del monje que no es otra que el Oficio Divino. Los monjes acuden siete veces al día al rezo de las horas canónicas: Vigilias o Maitines, Laudes, Prima, Tercia, Sexta, Nona, Vísperas y Completas. La vida del monje tiene su auténtico sentido en la búsqueda incesante de Dios y la perfección cristiana.
La iglesia de Iranzu presenta planta de cruz latina con cabecera recta de tres capillas, (la del centro: el presbiterio), crucero y tres naves. La iglesia es pequeña si la comparamos con otras cistercienses como las de Vaucelles (Francia) de 132 m. de longitud, Alcobafa (Portugal) de 111 m. o la de Fitero de 90. Tiene 55 m. de largo. 15.50 m. de altura y 17,70 m. de anchura en la nave central. La anchura de las naves laterales es de 4.80 m. y la altura de 8,25 m. El estilo de la iglesia es de suma simplicidad y tiene un notable parecido a iglesias cistercienses del centro de Francia como las de los monasterios de Noirlac y Fontmorigny. El diseño de estas iglesias francesas y el de Iranzu parece haberlo realizado la misma mano. Las formas de la iglesia responden al proto gótico cisterciense o románico de transición. Es la iglesia, junto con la sala capitular, el dormitorio, la parte románica del claustro, la capilla de San Adrián y el granero lo más antiguo del monasterio. Es de sección recta, a imitación de Citeaux, y se compone de una nave central de doble anchura, y dos naves laterales. las capillas laterales, que en nuestro caso son dos, también de sección cuadrada. El presbiterio se cubre con dos bóvedas de crucería de nervios de grueso baquetón enmarcadas por dos potentes arcos tajones de bordes de baquetones que apoyan en columnas adosadas. Los capiteles llevan decoración de hojas de agua, muy del estilo cisterciense. El prebiterio se cierra al oriente con un paramento rasgado por tres grandes ventanales apuntados y de fuerte derrame, todo ello coronado por un rosetón. Este plan es igual que en Fontmonign y los cierres del crucero de Noirlac (Francia).
Actualmente preside el templo una talla de la Virgen, réplica de la que se encuentra en la iglesia del pueblecito de Echávarri, y que según algunos sostienen, es la Virgen original de Iranzu. Es una bella talla de finales del XIII o principios del XIV que responde a un estilo rural.
El crucero de la iglesia se cubre con tres tramos de bóveda enmarcados por arcos torales que apoyan en pilares y en ménsulas. La bóveda central tiene su cierre en una curiosa clave redonda y hueca que servía para pasar por el centro las cuerdas de las campanas. En la pared norte estaba la “puerta de los muertos”, hoy cegada, denominada así porque sólo se abría para sacar de la iglesia al cementerio a los monjes que habían fallecido. El cementerio se situaba detrás del ábside de la iglesia y allí eran enterrados los monjes después de ser velados durante toda la noche por la comunidad. En el lado derecho se encuentra la puerta de la sacristía, Esta, antiguamente daba paso a las escaleras del dormitorio. En todos los monasterios cistercienses había un acceso directo de la iglesia al dormitorio que se utilizaba, sobre todo, para acudir al rezo de las horas: Maitines, Prima y Laudes.
Las naves están cubiertas por cinco tramos de bóveda de crucería de nervios baquetonados, como los de todo el templo, que descansan en ménsulas troncocónicas y poligonales decoradas con sencilla hojarasca cisterciense. Este apoyo se realiza a la altura del capitel que soporta los perpiaños. Los arcos fajones hacen su base en columnas adosadas a los pilares que interrumpen su recorrido en la mitad del pilar al modo usual en las iglesias del Cister. Sólo el arco primero de la nave apoya en sendas columnas que bajan hasta el suelo. Los arcos formeros, entre la nave central y las laterales, son doblados de bordes superiores y inferiores, descansando en ménsulas adosadas al pilar. Los capiteles de la nave central son de factura austera y decoración de hojarasca. En las naves laterales los apoyos de los nervios se sitúan más abajo que las ménsulas donde se sujetan los arcos perpiaños de doble volteo. Iluminan la nave central ventanales apuntados y abocinados situados al norte y sur, en el paramento correspondiente a cada tramo. De las naves laterales, sólo tiene iluminación exterior, la del sur, por medio de tres ventanales. La fachada carece del valor estético original al no presentar a la vista desde el exterior el gran rosetón y los ventanales de medio punto que llenarían la iglesia de luz por el oeste. La puerta es abocinada, de cuatro arquivoltas que trazan la rosca volteando sobre columnas acodilladas con capiteles de bella decoración de hojas al estilo cisterciense. Los fustes apoyan en basas de toro aplastado sobre plintos cúbicos, descansando todo ello sobre un zócalo. Las arquivoltas se desarrollan en austeros baquetones. Cubre la puerta un guardapolvo en escocia ultrasemicircular. La fachada está coronada por un tosco rosetón carente de interés y sobre el axial hay una pequeña cruz de piedra.
LA SACRISTÍA
Al lado derecho del crucero encontramos una puerta de estilo clasicista que se abre a la sacristía. Esta se estructura en dos espacios diferenciados, uno rectangular y estrecho, de techo bajo de lunetos que se sitúa en el lugar que daba paso a las escaleras del dormitorio, y otro más amplio que se configura como un espacio rectangular, adornadas sus paredes sur y occidental con grandes arcos de medio punto al estilo romano. Recorre la estancia una serie de pilastras de orden dórico que soportan una fuerte línea de cornisa sobre la que apoya la cubierta de lunetos. Tres ventanales con derrame interior, en la pared oriental, iluminan esta sacristía. En la pared oriental hay dos huecos rectangulares de arco adintelado para armarios hoy desaparecidos, y un lucillo de medio punto cruzado adornado con aguabenditeras.