Historia de la congregación ligorina

En Felanitx (Mallorca), desde 1603, existía un convento de frailes agustinos que, naturalmente, también sufrió los desastrados efectos de la desamortización. El convento felanginense no era rico ni mucho menos. Según el estudio hecho por Ferragut Bonet no poseía ninguna finca rústica, pero sí dos urbanas que tasadas en 13990 reales de vellón fueron vendidas por 141067. Integraban la comunidad agustina de Felanitx 12 sacerdotes y 5 legos que fueron dispersados por el vendaval reformista.
Después de la desamortización, el panorama de la Iglesia española era el de una Iglesia devastada por toda suerte de infortunios. La crisis eclesiástica repercutió ene le cuerpo social de España, y muchas instituciones benéficas y docentes tuvieron que cerrar por falta de medios económicos. A las agitaciones políticas de los tiempos se añadieron las calamidades de gran parte del mundo clerical, sometido a la dura servidumbre de una estrechez pecuniaria que lo convertía en una carga casi insoportable para la Iglesia y el Estado.
Cerrados y vendidos al mejor postor casi todos los monasterios y conventos masculinos de España con todas sus dependencias y tesoros artísticos y culturales, el clero regular, como tal, desapareció de la vida de la Iglesia española, muriendo con ello una forma de vida más que milenaria en algunos casos, que había dado a la Iglesia y a España personajes de primer rango en ciencia y santidad.
Las formas de vida comunitaria renacieron muy pronto bajo el impulso de una espiritualidad continuista que buscaba perpetuarse en formas nuevas y adaptadas a la situación de la hora. Bastará citar como por ejemplo lo sucedido en Mallorca, en donde, en el espacio de un siglo, nacen y mueren (no todas) un buen numero de congregaciones masculinas y femeninas que buscaban injertarse en el viejo tronco de la tradición comunitaria y regular bajo diversas formas y advocaciones. Antes de la desamortización habían nacido muchas congregaciones, entre ellas la Congregación de los Hermanos de San Alfonso María de Ligorio.
A mediados del siglo XIX vivía en Felanitx un muy devoto sacerdote: D. Andrés Pou. Este sacerdote se reunía en su casa con un grupo de mozalbetes y jóvenes a los que adoctrinaba en las verdades de la fe cristiana. Entre ellos, tuvo dos que se sintieron atraídos por su celo y por su humildad: Miguel Maimó Barceló y Miguel Sureda Llull, que con el paso del tiempo serían los fundadores de la Congregación de San Alfonso María de Ligorio.
Hay que decir que la devoción a San Alfonso María de Ligorio estaba en el ambiente de la espiritualidad de entonces, ya que como señalaba Baldomero Jiménez Duque, en “Historia de la Iglesia en España”, en aquellos tiempos, “se filtra en algunos sectores más cultivados el espíritu de San Francisco de Sales, y más aún, los escritos de San Alfonso María de Ligorio tan populares y devotos”, y hasta tal punto debía ser así que como anota el mismo autor: “Las Glorias de María se traducen ya en el siglo XVIII viviendo aún el santo”.