Un cronista de la Villa de Madrid comenzaba así una de sus crónicas “Veo a San Cayetano como un santo madrileño, muy nuestro. San Cayetano es para el madrileño el santo del milagro cotidiano”.
El Santo Fundador de la primera Orden de Clérigos Regulares -los Teatinos- se convirtió en ese santo madrileño que canta el cronista por obra de ese hijo suyo que fue el Padre Mirto. En 1664 se introduce su culto en Madrid. En ese año, el citado Religioso, junto con otros cohermanos, se establecen en una pequeña ermita que pocos años antes había fundado en la calle Embajadores el caballero madrileño don Diego de Vera.
De este modo surgió en Madrid la devoción a San Cayetano que poco a poco habría de extenderse por todo el ámbito nacional. Desde ese pequeño Oratorio-, fundado por el caballero madrileño antes citado, los Teatinos ejercieron su ministerio apostólico en el típico barrio de Embajadores. Un siglo después de su llegada a Madrid, el Real y Supremo Consejo de Hacienda hizo construir para los Teatinos un templo que se acabaría en 1761. Inició las obras el Maestro Churriguera y las concluyó Ribera. Con este templo nuevo cobró nuevo impulso el culto y la devoción al Padre de Providencia.
La historia religiosa de la España de finales del siglo’ pasado y principios del presente está sembrada de recuerdos dolorosos. Los Teatinos han de dejar Madrid. Y lo hacen con honda pena para ellos mismos y para los madrileños que les amaban.
Durante nuestra última guerra, la iglesia de Embajadores y la Casa construida al lado son incendiados y quedaron así totalmente destruidos. Pero cuatro años después -en 1940- los Teatinos regresan de nuevo a Madrid, aunque no tomaron posesión de dicha iglesia, sino que abrieron una nueva iglesia en la calle Ardemans, en el barrio de la Guindalera… … y es aquí, en este popular y castizo barrio, donde se ha levantado un nuevo templo parroquial y una cripta, dignos del Padre de Providencia: Un templo amplísimo, luminoso, sencillo, con entrada por la calle Ferrer del Río.
Y, junto a él, se ha levantado la Residencia para la Comunidad y la Casa Parroquial con salones destinados a las distintas necesidades parroquiales.
Es una Casa de cinco pisos, planta baja y sótano. La idea de hacer en Madrid un templo que emulara al antiguo y primitivo de la calle Embajadores se ha convertido así en una viva realidad.