Teatinos

El documento de fundación de nuestra orden está dirigido a Juan Pedro Carafa, episcopo theatino, es decir, obispo de Chieti, ubicado al sur de Italia. Chieti en latín es Theates, y su adjetivo derivado es theatinus: teatino.
Y como Carafa es, entre los cuatro fundadores, la persona más conspicua por ser obispo y por su propio prestigio personal y porque fue el primer representante, portavoz y superior de la nueva Compañía, su grupo, oficialmente Clérigos Regulares, empezó a ser llamado, con un nombre vulgar que iba a conocer un éxito y una difusión mundial: los teatinos.
Y dado que el breve Exponi Nobis nos da el nombre oficial – Clerici Regulares –, es bueno constatar que también en él se encuentra ya el núcleo y fundamento del vulgar.
Teatinos, pues. El apelativo tuvo éxito. Porque llevado en volandas por los mismos que se nombraban y honraban con él, teatino se desparramó mucho más allá de los teatinos. Y si fue, en el principio el vulgo quien los llamó así, fueron luego ellos los que engrandecieron su nombre difundiendo por todas partes la luz de su vida y una inconfundible forma de ser clérigo y cristiano. Y, gracias a ellos, teatino pasó muy pronto a ser sinónimo de clérigo, e incluso, de laico reformado, es decir, devuelto al esplendor de la forma, nueva y rutilante, de ser cristiano. Un teatino modo de ser cristiano.
Es bueno que veamos, a través de textos, el alentador ejemplo. Después de las indicaciones dadas por Von Pastor y el estudio de Paschini, le fue fácil al P. Veny Ballester tejer el bordado que resumo y que es útil tener a mano:
«El espíritu de los teatinos dibujaba una silueta de contornos bien definidos, que les distinguía entre todos por su amor al recogimiento, su actitud reposada, su aire de indiferencia por los intereses caducos, y un halo de dulce optimismo propio de quien vive confiado en la tutela amorosa de la Providencia de Dios.
La difusión de este espíritu fue tan rápida y universal, que pronto, en Italia y fuera de ella, la palabra teatino fue sinónimo de devoto, piadoso y reformado. A la vuelta de unos lustros, cuanto en la Iglesia de Cristo entra por los cánones legítimos de la Reforma eclesiástica, es y se llama teatino».
Al que hace profesión de vida espiritual se le da el nombre de teatino. Vestir a la teatina vale tanto como atenerse al espíritu y a los cánones de la modestia eclesiástica. Huir de la profanidad en la ejecución del canto litúrgico para ajustarse a las normas del arte musical religioso, es cantar al modo teatino.
Que los teatinos implantaron un modo propio de cantar con sólo una inflexión en el asterisco y al fin, es no solo cierto, sino que fue muy limitado por su sencillez y serenidad. En el año 1537, y desde Lieja, escribía Alviso Priuli que él con el cardenal Pole y el obispo de Verona – Juan Mateo Giberti –rezaban el oficio sin canto more theatinico, siendo maestro de capilla el obispo de Verona.
Es interesante notar que a muchos miembros de las órdenes de clérigos regulares fundadas después de la nuestra se les llamó teatinos. Y entre ellas es sorprendente el citado caso de los jesuitas, que fueron los primeros Clérigos Regulares que se conocieron en España, y que fueron llamados aquí teatinos antes de que los teatinos llegaran, y siguieron llamándose teatinos, aún después que llegaran éstos a España. Por lo tanto, en el siglo XVI era corriente llamar teatino a todo reformado, y de hecho los ejemplos son numerosísimos.
Hay que notar también que, en España, los teatinos fueron llamados a menudo Padres Cayetanos, dado que, después de la beatificación del Fundador, aumentó grandemente la devoción de los fieles.